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Empezando desde cero: cocineras forman empresa cooperativa

on December 7, 2013

Las cinco mujeres que forman Fusión Latina estuvieron despiertas toda la noche un viernes cocinando. Y tenían un día largo por delante: dándole de comer a turistas del Shoreline Festival (Festival de la Playa) en Richmond. Trabajar hasta muy tarde por la noche fue tolerable porque las mujeres estaban trabajando en montar su propio negocio. Alimentar a la gente de la zona que asiste al festival será otro paso para lograrlo, para poner un nuevo, pequeño negocio en Richmond que comenzó con nada más que una idea.

“Nosotras realmente creemos en esta co-op (cooperativa),” dijo Alejandra Escobedo de 41 años, originaria de México, mientras rellenaba burritos con arroz sazonado, frijoles, maíz y pollo. La compañía de servicios de comida, la cual sirve “fusión de comida” Latina, esta formada de mujeres inmigrantes en Richmond. Todas son dueñas en partes iguales de la sociedad que es el negocio.

La mayoría de la gente va a trabajar y regresan a casa con un cheque por su sueldo, sin tener voz ni voto en cómo se maneja el negocio. “Esto es bueno, salir de tu trabajo e ir a casa y que otras personas sean responsables de pagarte,” Escobedo dijo del típico modelo de negocio jerárquico. Pero las mujeres de Fusión Latina han decidido en lugar de eso abrazar la igualdad radical: ellas no tienen jefe. En su lugar, las trabajadoras toman decisiones del negocio en grupo. Este modelo, el cual parecerá raro, ha sido exitosamente implementado por varios negocios en el la región, incluyendo Rainbow Grocery (Tienda de Abarrotes Arcoiris) en San Francisco, Arizmendi Bakery (Panadería Arizmendi), y el Cheese Board pizza collective (la pizzería colectiva Tablón de Queso) en Berkeley.

Las trabajadoras decidieron formar una cooperativa en parte porque muchos empleadores son impredecibles. Escobedo estaba trabajando en el Centro para Latinas, un centro comunitario de recursos en Richmond, pero sus horas y salario fueron recortados. “Cuando la situación comienza a ponerse mal, tú necesitas decidir qué es lo mejor para tu familia,” dijo Escobedo, quien tiene tres niños. Ella decidió renunciar a su trabajo para comenzar a formar la cooperativa, la cual ella espera lleve a una mejor seguridad de trabajo.

Formando una cooperativa

Fusión Latina no es la primera experiencia que ha tenido Escobedo en iniciar una cooperativa. Antes de mudarse a los Estados Unidos, Escobedo, quien trabajó en una comunidad indígena en Chiapas, México, dándole clases a los niños, dijo que el gobierno Mexicano ha fallado en educar. Sólo los hombres en la comunidad tienen un ingreso, dijo. Las mujeres y niños no usan zapatos porque ellos no necesitan ir a la ciudad, dijo.

Pero Escobedo vio algo en las mujeres que nadie antes había notado antes. “Yo me di cuenta de que las mujeres en la comunidad tenían grandes habilidades haciendo arte,” ella dijo. Las mujeres tejían coloridos diseños florales en las “servilletas” que ellas usan para conservar las tortillas calientitas.

“Cuando yo mire el arte yo les dije, ‘ustedes pueden ganar dinero vendiendo vestidos o blusas,’” ella dijo. Las mujeres no estaban convencidas. “Ellas dijeron, ‘¿quien querrá comprar vestidos con flores?’”

Escobedo pudo conseguir 500 pesos (menos de $40) de un voluntario visitante quien estaba interesado en ayudar a la comunidad. Ella pudo convencer a solo dos de las mujeres indígenas en hacer algunas blusas por diversión. Un grupo de visitantes Alemanes quienes vinieron a la comunidad miraron su colorido bordado. “Ellos dijeron, nosotros queremos todas las blusas,” contó Escobedo.

Después que las dos mujeres hicieron su primera venta, todas las demás mujeres comenzaron a interesarse en hacer ropa, Escobedo dijo. El grupo formó una cooperativa de ropa, porque esa era la manera usual de organizarse para las personas indígenas, Escobedo dijo. Las mujeres en la comunidad ya tienen un jardín colectivo, de manera que una cooperativa era natural, ella dijo. “Nadie es rico, todas comparten todo, esa es la manera que ellas trabajan cada día,” ella dijo. “Nosotras adoptamos la manera en que ellas entienden el trabajo.”

Escobedo notó que a las mujeres les daba poder el trabajo. “Después de dos años y medio, todas las señoras en la comunidad estaban involucradas en la cooperativa,” ella dijo. “Cuando las señoras comenzaron ganar dinero, ellas comenzaron a usar sus propios zapatos.”

En sus días libres de enseñanza, Escobedo dijo que ella llevaba la ropa a la ciudad de Guadalajara, la vendía, y traía el dinero de las ventas a las mujeres. Cuando ella dejó México en el año 2000, Escobedo dijo, ya tenían un taller con tres maquinas de coser y 100 mujeres trabajando en la cooperativa. La ropa era vendida en la Ciudad de México y Guadalajara, dijo.”Las co-ops no son nada nuevo.” ella dijo. “Las personas trabajaban en colectas y grupos porque era necesario para sobrevivir.”

De México para Richmond

Hace trece años, Escobedo se mudó de México a los Estados Unidos, en donde la idea de que un trabajador sea propietario de negocio es extraña. Pero siendo parte de una economía que prospera en la competencia no la detuvo al intentar en crear una nueva cooperativa. Mientras trabajaba en el Centro para Latinas en Richmond formó una nueva visión. “Cuando yo vine aquí vi a muchas mujeres con mucho potencial. Y dije, tal vez nosotras podemos hacer la misma cosa aquí.” Ella encontró a muchas mujeres en el servicio de Salud para las Mujeres del Centro para Latinas y Programas de Liderazgo que compartían su interés en comenzar un negocio.

Convencer personas a comprometerse a una idea que no tiene garantías, fue difícil. El grupo comenzó con 14 mujeres interesadas, Escobedo dijo. Pero cuando las mujeres se dieron cuenta que ellas no tendrían una entrada de dinero estable inmediata, algunas renunciaron. “El dinero es verdaderamente una necesidad,” Escobedo dijo. El grupo se redujo a siete trabajadoras determinadas en hacerlo funcionar, sin importar el costo. “Nosotras aplicamos para recibir apoyo en estampillas de comida, CalFresh (CaliforniaFresco), y sobrevivimos,” ella dijo.

En medio de la lucha, Escobedo decidió renunciar a su trabajo en el Centro para Latinas y trabajar en construir Fusión Latina. “Yo realmente quería ser parte de una co-op,” ella dijo.

“Por los primeros seis meses, no recibimos nada de dinero,” dijo Escobedo, solo un préstamo de $400 de parte de uno de los esposos. Otro esposo después le prestó al grupo $3,000. La mayoría de ese dinero fue usado para los permisos del negocio, ella dijo.

Las mujeres finalmente iniciaron el negocio en Febrero. “Estoy siempre orgullosa de decir que nosotras comenzamos el negocio sin dinero, porque alguien creyó en nosotras,” Escobedo dijo.

Atribuir poder a las trabajadoras

Las mujeres están motivadas por la oportunidad para controlar sus propias condiciones de trabajo. Estando en la cooperativa con otras madres solteras le ha permitido a Pilar Ruiz, de México, la flexibilidad de atender mejor las necesidades de su hijo autista de 12 años de edad. “Yo puedo estar con mi hijo cuando el me necesita,” dijo Ruiz, quien solía atender como gerente dos tiendas de Taco Bell en Berkeley. “Si yo estuviera trabajando en Taco Bell, yo no podría contestar mi teléfono. Aquí, yo puedo contestar el teléfono si yo veo que me están llamando de la escuela.”

Otro beneficio de una cooperativa de trabajadoras es que puede emplear trabajadoras indocumentadas, Escobedo dijo. “Ellas se convierten en propietarias,” ella dijo. “Ellas no necesitan permiso para trabajar.”

Teresa Palafox, de 43 años, originaria de México, dijo que las largas horas de trabajo han causado una tensión en sus relaciones personales, pero la cooperativa le ha dado poder. A las mujeres a menudo se les percibe como “débiles,” pero ellas son capaces de realizar trabajo pesado, aseguró. “Yo quiero que las mujeres sepan que nosotras podemos hacer esto,” dijo.

Las mujeres estaban exhaustas por los preparativos para el Shoreline Festival, pero se les veían grandes sonrisas en el rostro al preparar los burritos. Ellas dijeron que el proceso democrático es poderoso, pero también desafiante.

El reto más grande es resolver conflictos, dijo Palafox, mientras le daba vuelta a las tortillas sobre un comal. Tener una cooperativa significa tomar decisiones como grupo, lo cual puede tomar mucho tiempo, dijo. El grupo designa dos horas cada semana para tomar decisiones. “Nosotras tenemos una reunión y votamos,” dijo.

Las mujeres no siempre coincidimos. “Nosotras discutimos,” dijo Ruiz. Pero en el grupo se respeta entre si mismas, Escobedo añadió. “Nosotras tenemos nuestros desacuerdos, pero nuestro sueño es más grande que eso,” ella dijo.

Ganándose la vida

Fusión Latina ahora ganan sus sueldos vendiendo empanadas rellenas con carne y vegetales, pollo y mole, y frutas. El grupo ha desarrollado muchos otros platillos exóticos con un menú de rechupete que vuelve loco a más de uno. “Antes de vender algo, cocinamos juntas,” dijo la co-propietaria Lucracia Martínez, de 57 años, originaria de Nicaragua.

Vendiendo sus empanadas puerta por puerta a los negocios alrededor del East Bay (Este de la Bahía), junto con servicios de comida para eventos y almuerzos para negocios, el grupo es capaz de por lo menos ganar $8 por hora, Escobedo dijo. La meta es $25 por hora y préstamos en materia de salud, ella dijo. El grupo espera mover su cocina del espacio rentado en el Artisan Kitchen (Cocina Artesana) para abrir un restaurante, de ser posible en el centro de Richmond, ella dijo.

“El reto es el mantener nuestro negocio andando y obtener nuestro primer préstamo grande,” Escobedo dijo, mientras ella batía el mole en la Artisan Kitchen. “Esto es duro. [Pero] esto es siempre una posibilidad para comenzar un negocio en grupo.”

Prestamos co-op de Richmond

Una vez de que Fusión Latina dio inicio, recibió un préstamo de $5,000 por parte del Richmond Cooperative Revolving Loan Fund (Fondo de Prestamos de la Cooperativa Giratoria de Richmond). Este fondo fue inspirado por la visita de la Alcaldesa Gayle McLaughlin y la activista comunitaria Marilyn Langlois a la Corporación Cooperativa Mondragón en España en el año 2010. La Cooperativa Mondragón, fundada en 1956, hoy emplea más de 80,000 personas. McLaughlin y Anglois decidieron que Richmond sería un buen lugar para probar este tipo de negocio. La alcaldesa sostuvo varias reuniones comunitarias acerca de cooperativas de trabajadores, dijo Langlois. Como resultado de esta publicidad, un donador anónimo dio $50,000 para comenzar una entidad separada que se convirtió en el fondo de préstamo, dijo.

“Esto no significa que es una cúralo-todo,” dijo Langlois, quien se sienta en la junta directiva del fondo. “Esto no es para cualquiera. Esto es para las personas que tienen ese tipo de espíritu empresarial.”

Fusión Latina espera traer a bordo tres personas más en un futuro cercano. Ellas están específicamente buscando personas que son marginadas, Escobedo dijo. “Yo miro a muchos inmigrantes que tienen las habilidades y el coraje para trabajar y yo pienso que ellos merecen los derechos,” ella dijo. “Nosotras realmente resolvemos nuestros problemas económicos. La co-op nos está regresando a nuestra tradición de trabajar juntos.”

Fusión Latina ha aplicado para una Subvención de la Mission Main Street, la cual otorgara $250,000 a 12 pequeños negocios: el grupo necesita 250 votos para este viernes, noviembre 15, para calificar por la ronda de selección del destinatario. Para votar por Fusión Latina, visita: missionmainstreetgrants.com

(http://www.missionmainstreetgrants.com/business/detail/87130)

Para más información sobre Fusión Latina, visita: chamberorganizer.com

(http://chamberorganizer.com/richmond/mem Fusión Latina)

Traducido por Jorge Heredia

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